miércoles, 27 de febrero de 2013

Homofobia y acoso o bullying



El acoso o bullying, como se le llama actualmente, siempre ha existido en distintos contextos: Hay acoso escolar, acoso laboral, acoso por homofobia, etc.
Este fenómeno tiene raíces similares pues en cualquiera de sus manifestaciones, el acoso tiene su origen en clichés y desconocimiento de cómo son las personas, precisamente por falta de comunicación efectiva.
En el caso de la homofobia y el acoso que muchas veces de ello se deriva, debemos recordar que los individuos somos producto de nuestra formación cultural y eso nos obliga a comportarnos de determinada manera.
Así, si desde la infancia se nos inculcan ideas acerca de que los homosexuales son niñas, no se aguantan, son pederastras, gente peligrosa y nada confiable, es lógico que una vez que conocemos a un homosexual, toda esa carga cultural se hará presente y con ello el rechazo para con él.
La educación, la tolerancia, el diálogo y la empatía son indispensables para lograr que exista una comunicación efectiva con las personas que erróneamente identificamos como diferentes.
Pero además de ello, debemos estar conscientes de que esa carga cultural afecta nuestra percepción del mundo y por ello es necesario que identifiquemos esas “trampas negativas”, para, en la medida de lo posible, deshacernos de ellas en aras de mejorar las relaciones con los demás.
La primera de las trampas es el tribalismo, que podemos definir como un llamado a la identidad de grupo que identifica a los no homosexuales como conocidos y confiables, y por el contrario, a la comunidad gay como un grupo extraño del cual hay que desconfiar. “No sabemos de qué son capaces”, es una de las frases más socorridas.
La segunda es la satanización, esto es, la tendencia de ver al otro grupo como malo, no solamente culpable de “actos malos”, sino esencialmente “malo”. Ellos, los malos, no tienen corazón y no se detendrán por nada para dañar a los que no son como ellos.
La deshumanización o moralismo, que implica ubicarse a sí mismos como rectos, decentes, llenos de moral, mientras “los otros” con calificados como objetos, sin atributos humanos que los hagan semejantes a uno. Mientras uno es inocente y meritorio, el otro grupo es amoral y sus puntos de vista, equivocados.
Todos nosotros tenemos imbíbitas estas trampas, pues desgraciadamente son deformaciones producto de la carga cultural que tenemos en nuestra mente y constituyen en realidad uno de los factores que impulsan el acoso homofóbico, ya sea en la escuela, en el trabajo, en la calle y hasta en el aspecto político y jurídico, como se ha visto recientemente con la aprobación de leyes que impulsan la no discriminación y la igualdad de los homosexuales con el resto de la población.
Estos puntos de vista son el abono para que surjan los conflictos en las relaciones humanas y la mediación es la herramienta perfecta para solucionarlos, privilegiando el acuerdo, el diálogo, la tolerancia, el entendimiento y la paz.

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