El acoso o bullying, como se le llama actualmente, siempre ha
existido en distintos contextos: Hay acoso escolar, acoso laboral, acoso por
homofobia, etc.
Este fenómeno tiene raíces similares pues en cualquiera de
sus manifestaciones, el acoso tiene su origen en clichés y desconocimiento de
cómo son las personas, precisamente por falta de comunicación efectiva.
En el caso de la homofobia y el acoso que muchas veces de
ello se deriva, debemos recordar que los individuos somos producto de nuestra
formación cultural y eso nos obliga a comportarnos de determinada manera.
Así, si desde la infancia se nos inculcan ideas acerca de que
los homosexuales son niñas, no se aguantan, son pederastras, gente peligrosa y
nada confiable, es lógico que una vez que conocemos a un homosexual, toda esa
carga cultural se hará presente y con ello el rechazo para con él.
La educación, la tolerancia, el diálogo y la empatía son
indispensables para lograr que exista una comunicación efectiva con las
personas que erróneamente identificamos como diferentes.
Pero además de ello, debemos estar conscientes de que esa
carga cultural afecta nuestra percepción del mundo y por ello es necesario que identifiquemos
esas “trampas negativas”, para, en la medida de lo posible, deshacernos de ellas
en aras de mejorar las relaciones con los demás.
La primera de las trampas es el tribalismo, que podemos
definir como un llamado a la identidad de grupo que identifica a los no
homosexuales como conocidos y confiables, y por el contrario, a la comunidad
gay como un grupo extraño del cual hay que desconfiar. “No sabemos de qué son
capaces”, es una de las frases más socorridas.
La segunda es la satanización, esto es, la tendencia de ver
al otro grupo como malo, no solamente culpable de “actos malos”, sino
esencialmente “malo”. Ellos, los malos, no tienen corazón y no se detendrán por
nada para dañar a los que no son como ellos.
La deshumanización o moralismo, que implica ubicarse a sí
mismos como rectos, decentes, llenos de moral, mientras “los otros” con
calificados como objetos, sin atributos humanos que los hagan semejantes a uno.
Mientras uno es inocente y meritorio, el otro grupo es amoral y sus puntos de
vista, equivocados.
Todos nosotros tenemos imbíbitas estas trampas, pues
desgraciadamente son deformaciones producto de la carga cultural que tenemos en
nuestra mente y constituyen en realidad uno de los factores que impulsan el
acoso homofóbico, ya sea en la escuela, en el trabajo, en la calle y hasta en
el aspecto político y jurídico, como se ha visto recientemente con la aprobación
de leyes que impulsan la no discriminación y la igualdad de los homosexuales
con el resto de la población.
Estos puntos de vista son el abono para que surjan los
conflictos en las relaciones humanas y la mediación es la herramienta perfecta
para solucionarlos, privilegiando el acuerdo, el diálogo, la tolerancia, el
entendimiento y la paz.